Cómo hacer un análisis práctico de la tierra de la huerta ecológica

 

Para los hortelanos/as es imprescindible que conozcamos algunas herramientas para valorar, aunque no sea en profundidad, la idoneidad de un suelo para su cultivo con el fin de poder intervenir corrigiendo posibles defectos o mejorarlo para conseguir que se ajuste a las características que necesitan las hortalizas y los árboles frutales.

A través de las técnicas agroecológicas aplicadas durante la labranza y el abono vamos a favorecer la creación de un extracto activo en el que las raíces sean revitalizadas, estimuladas a proliferar y desarrollarse.

Consecuencia de ello es que el suelo más profundo pasa a tener una importancia secundaria o incluso totalmente irrelevante. Con un simple análisis visual es posible valorar rápidamente y con suficiente precisión la calidad y estructura de un suelo gracias a la estrecha interdependencia entre las características físicas (de textura) y las químicas (de composición).

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Esta observación deberá ir acompañada del análisis del pH (grado de alcalinidad o acidez) que realizaremos de la siguiente manera:

• En varios puntos del terreno se toman muestras de tierra a una profundidad no superior a los 30 cm.

• Se mezclan todas las muestras.

• Se pasa la tierra por un tamiz con malla de medio centímetro.

• Con la tierra filtrada se llena un cilindro transparente, alto y estrecho, hasta las 2/3 partes.

• Se vierte agua poco a poco y se agita.

• Se observan los distintos estratos depositados de abajo a arriba: arena gruesa, arena mediana, arena fina, materia orgánica descompuesta (humus), materiales arcillosos, ordenados según el grosor de las partículas, con el limo, impalpable, y en ocasiones en la superficie habrá materiales orgánicos sin descomponer flotando.

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Diferentes tipos de suelo

Según la entidad de cada uno de los estratos, se puede clasificar el tipo de suelo que tenemos en nuestra huerta.

Dependiendo del tipo de suelo encontraremos que hay unas características que predominan sobre las demás pudiendo ser:

– Suelos ligeros: están compuestos por material de tipo arenoso, más o menos grueso, son de color grisáceo, tienen poca cohesión y son excesivamente permeables, por lo tanto, el agua (y con ella las sustancias nutritivas) se dispersan excesivamente.

– Suelos compactos: están constituidos principalmente por materiales de tipo arcilloso, de grano fino o muy fino (limo); son de color rojizo (arcilla ferrosa) o amarillento (arcilla calcárea), son muy pesados, defecto que se acentúa cuando predominan las partículas finas; tienden a encharcarse con el agua y la aireación se hace problemática; con las lluvias, el limo sale a la superficie y forma una costra impermeable que, al secarse, se agrieta y favorece las pérdidas hídricas del suelo por evaporación.

– Suelos húmicos: tienen una estructura más o menos blanda, grumosa y son de color oscuro, cuando falta el soporte mineral alcalino (caliza fina) se vuelven compactos y ácidos. Esto comporta problemas para el desarrollo de los cultivos.

– Suelos de consistencia media: presentan una relación equilibrada de los distintos componentes y son fácilmente cultivable.

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Posiblemente, los terrenos compactos en los que predominan las arcillas calcáreas muy finas puedan resultar los más idóneos para el cultivo ecológico.

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