Redescubriendo el sentido común

Redescubriendo el sentido común

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Como comentábamos hace unos días, es necesario  volver a conectar con el mercado próximo y establecer lazos de colaboración, a fin de crear una agricultura ética, sostenible, enfocada al desarrollo humano y al de nuestro planeta.

Casi todo el sistema económico actual se basa en la competencia. Desde el sector público se aclama a la  competencia a fin de que los seres humanos puedan ejercer sus libertades, pero por otro lado publica miles de regulaciones que limitan el libre mercado.

Pero peor aún, nosotros como individuos, tenemos multitud de ideas “preestablecidas” condicionantes  y ello impide la entrada al mercado de nuevos productos  o productores. Mediante la publicidad agresiva, nos meten tremendas condicionantes en la cabeza que modifican nuestro comportamiento, tanto como productores como consumidores, que limitan nuestras acciones e incentivan la competencia entre todos.

Parece evidente que competir no está dando muy buenos resultados a nivel socio-económico en la actualidad,  por lo que no nos queda otra que cooperar.  No estamos diciendo nada nuevo que no se sepa, simplemente tratamos de recordar lo que parece olvidado. De ello, dan buena cuenta las grandes marcas nacionales e internacionales, que en cuanto han visto que la demanda de productos “con marca”  caía estrepitosamente por la aparición de grandes distribuidoras minoristas con alto peso de productos  “marca blanca”, se han unido para volver  a tratar de estimular de nuevo la demanda de productos “con marca”, tocando sentimientos tan básicos como “los productos de siempre” o “los de más calidad”, es decir, se han puesto a colaborar entre ellas, uniendo fuerzas contra la adversidad.

En lo que afecta a la producción agrícola, como fuente de estímulo para establecer entornos de confianza y colaboración, debería de recordarse que se ha de lograr superar :

– La imposibilidad de establecerse como referente en el mercado.

– La limitación de producción.

– La imposibilidad de llegar a todo el mercado posible.

– El carácter cíclico de la producción.

– La falta de una cultura  social de consumo ecológico suficientemente arraigada.

– Los elevados precios de algunos productos.

– La imposibilidad de competir con las grandes distribuidoras.

– La escasa educación  consumidora de los niños. Que en su edad adulta  les permita discernir con cierto criterio la elección de productos de uno u otro tipo sin verse influenciado en su decisión.

– El desconocimiento social de las consecuencias que conlleva  la producción o el consumo de uno u otro tipo de producto.

Seguramente, existan otros hechos limitativos, que ayuden a recapacitar a los productores, sobre la necesidad de colaborar y estimular la cooperación en el sector, a fin de superarlos. Los productores, deberían abrir las puertas y ventanas para estrechar lazos con el consumidor y que éste superase los miedos y reticencias a acceder a productos ecológicos. Para ello, sería necesario “reeducarse y reeducar a otros” (comenzando por colegios) y lograr modificar los hábitos de consumo hacia los productos próximos y de temporada. En este sentido se están haciendo enormes esfuerzos, pero aún queda mucho por trabajar:

– Una mayor presencia de huertos comunitarios o próximos a grandes núcleos de población urbana, así como estimular la creación de grupos de consumo locales. 

– El establecimiento de acuerdos con entidades locales para la enseñanza de tareas agrícolas básicas en escuelas y centros educativos para que la futura sociedad adopte una identidad crítica en la elección de productos agrícolas y no solo se deje llevar por los precios, la marca comercial, moda o publicidad.  

– La actitud de productores y distribuidores, quienes deberían plantearse una adecuación  de precios a los que se ponen sus productos en el mercado. Aún muchos resultan muy alejados de lo que el consumidor  medio está dispuesto a pagar.   Al respecto, creo que el mejor ejemplo  a seguir es el del recientemente fallecido  Masanobu Fukuoka, el cual afirmaba: Si se carga un precio alto por un alimento natural, esto significa que los comerciantes están embolsándose unos beneficios excesivos. Más aún, si los alimentos naturales son caros entonces se convierten en alimentos de lujo y solamente los ricos pueden comprarlos. Si los alimentos naturales han de convertirse en populares entonces deben poder obtenerse localmente a un precio razonable.” 

– La creación de grupos de productores agrícolas de producción diversa que amplíen la posibilidad de llegar a una población potencialmente consumidora en otras zonas. Es decir, bien a través de intercambios de productos o venta, unirse a productores especializados de otros productos naturales en otras regiones, a fin de poder abastecer la demanda potencial y diversa de otras zonas a las que jamás se llegaría por métodos propios.

– Incrementar la presencia en la red. A esto no creo que haga falta ningún comentario, creo que es evidente. Pero, aunque es  una manera barata y fácil de llegar a un gran número de personas de todo el mundo, no todos pueden hacerlo. Por lo que siguiendo los criterios de creación de mucho software del cual disfrutamos actualmente, en la red es necesaria  la  colaboración. Se puede colaborar con otros productores a fin de poder ofrecer diversos productos a los consumidores potenciales y no solo tomates (por poner un ejemplo). Un buen camino para poder abrirse camino en la red, es poder llegar con diversidad de producto a un solo consumidor, como hacen las grandes superficies, pero para ello es necesario, como mencionamos anteriormente, la colaboración de diversos productores (frutas, hortalizas, pan, harinas, productos elaborados, cereales, etc.) en una misma página.

Autor: José G. Fraile

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